La aceptación, el primer paso para que puedas cambiar

La aceptación, el primer paso para que puedas cambiar

La aceptación es una actitud indispensable para el cambio pues implica entender y sentir que la realidad es tal cual es y desde ahí podemos poner todos nuestros recursos para conseguir nuestros objetivos

Cuando estamos atravesando una situación difícil o una crisis personal, muchas personas utilizan los conceptos de aceptación y de resignación como sinónimos, pero es muy importante entender que no significan lo mismo y que la actitud y manera de afrontar el problema es muy diferente si lo hacemos dese la aceptación o desde la resignación.

¿Qué diferencia a la aceptación de la resignación?

A grandes rasgos, podemos afirmar que la resignación nos lleva a la inacción y a la imposibilidad de cambiar, pues, como dice la palabra, nos resignamos a que las cosas sean de tal manera y tiramos la toalla, pensando que no tenemos nada que hacer.

Por el contrario, la aceptación es un punto de partida hacia el cambio pues toma conciencia de que la realidad es la que es y, a partir de ahí, la persona evalúa qué puede hacer para mejorar su situación, poniendo en marcha sus propios recursos y buscando ayuda externa si la considera necesaria.

La aceptación es el motor del cambio, mientras que la resignación nos lleva al derrotismo y victimismo

¿Cuál es el significado de aceptación?

Muchas personas me preguntan en la consulta cuándo tienen que dejar de luchar por cambiar lo que les está ocurriendo y aceptar la situación que están viviendo.

¿Qué situaciones nos resulta difícil aceptar?

En nuestra vida hay muchas situaciones que nos desagradan y que nos negamos a aceptar como pueden ser:

  • Traumas del pasado
  • Situaciones que consideramos injustas
  • Una enfermedad
  • Las pérdidas de seres queridos
  • Una separación o divorcio
  • El paso del tiempo y la pérdida de la juventud
  • Que los hijos se vayan de casa

Hay un sinfín de situaciones que nos provocan malestar, incomodidad, dolor y sufrimiento enfrentándonos a una crisis provocada por la distancia entre la realidad que estamos viviendo y nuestras expectativas.

La aceptación es un proceso que está forma parte del crecimiento personal y de una adecuada gestión emocional. Madurar emocionalmente implica saber cuando tenemos que dejar de luchar por cambiar algo para entrar en una fase de aceptación desde la que asumimos que la realidad es la que es y, a partir de ahí buscamos la mejor manera de vivir y seguir siendo felices.

La aceptación supone reconocer que la realidad no la podemos cambiar, lo que sí podemos es cambiar es nuestra manera de interpretarla, nuestras respuestas emocionales y decisiones

Vamos a poner un ejemplo: hace unos años atendí a una mujer que se negaba a aceptar el paso de los años, vivía con mucha ansiedad cada cumpleaños y se embarcó en una lucha por seguir pareciendo joven: dietas estrictas, horas interminables en el gimnasio, varios tratamientos de rejuvenecimiento, empezó a salir con chicas más jóvenes,… y nunca se veía bien. No aceptaba su cuerpo, se veía fea y vieja, cuando, de hecho, estaba muy bien. Pero su obsesión la llevaba a ser cada vez más exigente consigo misma, llevando su cuerpo al límite lo que acabó desembocando en crisis de ansiedad y un gran sufrimiento.

Durante las sesiones aprendió que era inútil luchar contra algo que no podía cambiar, el tiempo seguiría avanzando por mucho que ella se resistiera y el cumplir años era algo inevitable. Tenía que practicar la aceptación y desde ahí aprender a quererse y a vivir con plenitud la madurez.

Cumplir 50 o 60 años no implica resignarse a una vida sin ilusión y pensar que nuestra vida ya no tiene sentido porque no podemos hacer lo mismo que cuando teníamos 30 o 40 años, sino que implica aceptar nuestra edad y enfocarnos en todo lo que podemos hacer, en sacar provecho de toda la experiencia que hemos acumulado, en buscar nuevos objetivos y sueños que nos mantengan ilusionados y con ganas de disfrutar de la vida.

Beneficios de la aceptación:

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  • Nos permite recuperarnos de los traumas, crisis o dificultades de la vida
  • Nos hace ser más resilientes
  • Nos ayuda a confiar en nosotros mismos y a mirar el futuro con optimismo
  • Nos permite pasar a la acción pues se enfoca en buscar soluciones y posibilidades
  • Nos ayuda a ver las cosas en perspectiva
  • Nos ayuda a aprender de todas las experiencias vividas
  • Aumenta nuestra felicidad porque nos evitamos sufrimientos innecesarios
  • Evita que nos mantengamos anclados en el pasado o en pensamientos negativos recurrentes
  • Mejora nuestro estado de ánimo
  • Somos más proactivos
  • Tenemos una vida más plena y feliz porque vivimos desde la serenidad
Ante las crisis o situaciones que no nos gustan, las personas podemos responder de distintas maneras:
  • Desde la negación, negamos lo que estamos viviendo y hacemos como si nada pero en realidad tenemos un punto de insatisfacción que nos irá carcomiendo por dentro
  • Desde la evasión, obviamos el malestar y buscamos estímulos externos para «anestesiar nuestro dolor» como el consumo de alcohol, drogas, adicción al trabajo, al juego, a las compras compulsivas,… cualquier cosa que nos distraiga y evite que pensemos y sintamos
  • Desde la lucha, intentando a toda costa cambiar nuestra realidad no queriendo admitir que hay circunstancias que escapan a nuestro control y que, por mucho que nos empeñemos, no cambiarán. Esta actitud comporta un desgaste emocional muy importante e impide que nos focalicemos en las cosas que nos hacen felices y en nuestros objetivos
  • Desde la resignación, nos damos por vencidos con un sentimiento agridulce y nos posicionamos en el victimismo y en la queja
  • Desde la aceptación, entendemos que la realidad es la que es y exploramos qué podemos hacer para vivirla con la mayor dignidad y plenitud posible

Por tanto, la próxima vez que te encuentres ante una realidad que no te gusta pero que sabes que no puedes cambiar, pregúntate ¿desde dónde quiero posicionarme? De tu decisión depende que lo vivas con amargura y sufrimiento o con ilusión y esperanza,